Artículo publicado originalmente en El Economista, el día 1 de junio de 2016
La izquierda (generalmente de salón) europea tiene una marcada tendencia a buscar horizontes utópicos más allá de su propio entorno, de manera que se ensimisma en pozos (usualmente bastante negros) donde la revolución se llama Cuba, la Unión Soviética… , y el esperpento chavista-madurista venezolano.
Sería risible si no fuera indignante que algunos prohombres (y promujeres) de Podemos hayan afirmado que las vergonzosas colas en Venezuela son debidas a «un exceso de capacidad de compra». Ciertamente comprarse un Rolex de oro en España debería dar lugar a parejos espectáculos. Otro afirma la similitud ¡entre el golpista Tejero y Leopoldo López! Para él todos son uno.
Que el fiscal acusador venezolano haya reconocido el fraude, la prevaricación infame del pseudotribunal madurista, al podemita le trae sin cuidado. Podemita que por otra parte cobró sustanciosa minuta por desconocido informe sobre materia económica de la que padecía enciclopédica ignorancia. La gran tragedia iberoamericana es que de la oligarquía corrupta (Adeco, Copei) se pasó al sueño chavista… que ha concluido en pesadilla.
El maná del petróleo, las rentas más altas que jamás percibió Venezuela se dilapidaron en juergas pseudorevolucionarias, en comprar mercenarias voluntades de palmeros americanos y europeos y en la corrupción más escandalosa. Véanse los índices de transparencia internacional donde Venezuela “compite” con países como Congo o Chad. El chavo-madurismo ha traicionado el cambio social, la verdadera revolución más allá de camisas rojas, payasadas televisivas y patéticos retos antiimperialistas.
Miles de millones se dilapidaron en crear una clientela subvencionada. Petróleos de Venezuela es un monstruo improductivo, sin capacidad tecnológica trufada en su dirección por los generales “bolivarianos”. Como en Cuba. Podemos se queda en el populismo. En el neoperonismo.