Artículo de Fernando Maura, publicado originalmente en El Español, el 30 de noviembre de 2016
Pocas semanas después de resultar elegido parlamentario europeo, el Grupo de la Alianza de los Liberales y Demócratas (ALDE) me encargó la difícil tarea de elaborar un texto para negociar el reconocimiento del Estado de Palestina. Cuando presenté el acuerdo en la sesión plenaria del grupo, su presidente Guy Verhofstadt, sentado a mi lado, exclamó: “¡Qué bien, un acuerdo a la belga!”.
Y es que Bélgica, país del que Verhofstadt fue primer ministro, constituye un paradigma del rompecabezas europeo, y su tendencia a la fragmentación sólo puede ser combatida con la clave de bóveda que sostiene la política: el acuerdo.
Guy Verhofstadt es capaz de mantener unido bajo su liderazgo a un variopinto grupo de liberales y demócratas europeos que forman parte de dos partidos -ALDE y el PDE- o que son simplemente independientes y no se someten a criterio común alguno. Y tiene la habilidad de ampliarlo hasta el punto de convertirlo en el tercer grupo parlamentario vital para conseguir cualquier acuerdo en la cámara de Estrasburgo.
La política consiste precisamente en trenzar las opiniones en apariencia contradictorias para avanzar
Porque otra de las propiedades esenciales de los mejores líderes políticos es su capacidad de encontrar argumentos y razones para la unión. Lo contrario, apoyar la división, excluir y marginar al adversario, es relativamente fácil.
Existe un atavismo en el ser humano que consiste en el combate y la destrucción del rival, que lo sitúa en el eterno retorno a la tribu. La civilización exige, precisamente, de estrategias contrarias, donde la apelación a los valores de la inteligencia y la solidaridad sean los que prevalezcan.
El pragmatismo y la fidelidad a los principios no constituyen, por lo tanto, categorías antagónicas sino al contrario. La política, concebida como el arte de hacer posible lo que es necesario, consiste precisamente en trenzar las opiniones en apariencia contradictorias para avanzar hacia nuevas metas.
Las respuestas a las crisis que recorren nuestro continente no se encuentran en la renacionalización de sus políticas
Jean Monnet, que fue heredero de un negocio de licores, productor de coñac, uno de los principales inspiradores de la idea de la integración política europea, decía en sus memorias que “Europa se ha forjado en la crisis y es la suma de las decisiones tomadas para superarlas”. Una reflexión muy válida para unos momentos en los que las crisis se multiplican sobre el Viejo Continente: el brexit; los refugiados por causas políticas y los emigrantes económicos; Turquía amenazando con romper el acuerdo con la UE; el próximo referéndum en Italia; las elecciones en Francia, Alemania y Holanda; Trump y la contribución estadounidense a nuestra defensa; la amenaza rusa sobre los países del Este con su recién adquirida condición de socios de la UE. Muchos, demasiados líquidos para ser mezclados de manera positiva en este cóctel que es la Europa de nuestros días.
Porque ese productor de vinos de la Toscana que es Verhofstadt, al igual que Monnet, es un europeísta convencido y un partidario inagotable de la idea de la Europa Federal. Y es que las respuestas a las sucesivas crisis que recorren nuestro continente no se encuentran en la renacionalización de sus políticas, como pretenden los populistas y los gobiernos nacionales que les siguen el juego. Sólo desde una convicción integrada europea será posible resolver los retos que nos acucian y ofrecer respuestas a unos ciudadanos desconcertados ante la ausencia de proyectos que les den confianza e ilusión en el futuro.
Las instituciones europeas, el Parlamento y la Comisión, se encuentran alineados en este propósito. El Consejo y los gobiernos nacionales titubean entre las tinieblas formadas por las incógnitas que provocan las elecciones locales, regionales y nacionales: árboles que no permiten distinguir el bosque que los contiene.
Ciudadanos apoya a Verhofstadt por la inminente necesidad de integrar pragmatismo e idealismo en Europa
Verhofstadt es seguramente el único dirigente europeo capaz de integrar este difícil paisaje, de resolver este rompecabezas sin que padezcan en su solución más que los contrarios a la idea de Europa, que son también los que se oponen a nuestro futuro, los que estarían encantados si una máquina del tiempo les devolviera al siglo XIX.
Ciudadanos, su líder Albert Rivera, Javier Nart, eurodiputado y jefe de la delegación ‘Ciudadanos Europeos’, y gran parte de los europeístas convencidos de la necesidad de integrar pragmatismo e idealismo -que no supone otra que la Política con letras mayúsculas- creemos que Guy Verhofstadt debería ser el próximo presidente del Parlamento Europeo, la única institución -recordémoslo- legitimada por el voto popular a escala europea. Una institución clave para dirimir todos los cuantiosos contenciosos ante los que Europa se enfrenta.
*** Fernando Maura es portavoz de Ciudadanos en la Comisión de Asuntos Exteriores y la Unión Europea en el Congreso de los Diputados.