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Artículo de Javier Nart*, publicado originalmente en El Economista, el día 1 de diciembre de 2016

Fidel Castro ciertamente ha muerto pero ¿significa su muerte biológica el fin de la institución, de la dictadura por él creada?

El reduccionismo a lo personal, a un planteamiento «heroico» del presente y del futuro cubano es un descomunal error. Error propio de aquellos que piensan que la ideología es el sustento de la estructura social cuando en realidad no es sino su pretexto. Analicemos los intereses de la clase dominante, exclusiva y excluyente, las tensiones de la «cubanidad».

Cuba no es una sino triple. La nomenclatura pseudorrevolucionaria y privilegiada pero que distribuye beneficios de manera piramidal hacia una amplia base, la pléyade de sustentadores del régimen retribuida con prebendas que aunque mínimas, crean la diferencia con el resto de la ciudadanía.

Tras ellos se encuentra el pueblo cubano controlado por un eficacísimo sistema policial cuya equivalencia la encontraríamos en la Statsi alemana.

Y por último tenemos los cubanos del exterior. Y estos, tan cubanos como los de la isla, han progresado en Miami, en Estados Unidos y volverán a Cuba para recuperar sus bienes expoliados y abrir negocios gracias a su gran capacidad económica… pero proletarizando a los cubanos del interior.

¿Es posible la transición a la democracia? En España lo fue por cuanto la clase media, creación del franquismo, determinaba la inevitable conclusión en el fin del cascarón putrefacto del Movimiento Nacional. Pero en Cuba el poder no es solo político sino la conjunción de éste con el aparato represivo, con la economía en manos de militares. «Militares revolucionarios» que controlan todos los sectores productivos del país. Así que no se trata de «suicidar las cortes franquistas». Es dinamitar una dictadura personal… pero institucionalizada mediante la penetración de la oligarquía castrista en todos los sectores. Oligarquía que es consciente de la incompatibilidad de la apertura con el mantenimiento de lo que es su propia vida.

*Javier Nart, eurodiputado de Ciudadanos (grupo Alde del Parlamento Europeo)