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Artículo publicado originalmente en Project Syndicate

por GUY VERHOFSTADT, ex primer ministro belga, es Presidente de la Alianza de los Demócratas y Liberales por Europa (Grupo ALDE) en el Parlamento Europeo y autor de Europe’s Last Chance. Why the European States Must Form a More Perfect Union (La última oportunidad de Europa. ¿Por qué los Estados europeos deben formar una unión más perfecta?

Las próximas elecciones en los Países Bajos, Francia y Alemania se celebrarán en lo que es posiblemente el ambiente político más febril desde la creación de la Unión Europea. El orden democrático liberal de la posguerra está amenazado por todas partes, pero particularmente en Europa, donde la UE se enfrenta a retos que incluyen una cada vez más agresiva Rusia, la constante amenaza del terrorismo, la privación de los derechos democráticos y el crecimiento económico desigual.

Después de referéndum del Brexit en el Reino Unido y la elección de Donald Trump como Presidente de Estados Unidos, la pregunta que debe responder Europa es sencilla: ¿ejercerán las fuerzas populistas y nacionalistas la misma influencia en los países centrales de la UE?

Panorama del año 2017

En los Países Bajos, Geert Wilders y su partido de extrema derecha Partido de la Libertad se sitúan con fuertes expectativas electorales previas a las elecciones del próximo mes. Wilders aprueba el Decreto de Trump sobre la restricción de entrada a Estados Unidos para cualquier persona procedente de siete países de mayoría musulmana. Igual que el estratega jefe de Trump, Stephen Bannon, Wilders ve el mundo a través de un prisma racista, y cree que está inmerso en una batalla para salvar a la civilización occidental del islam.

Ningún otro partido parlamentario holandés comparte esa opinión, por lo que un gobierno liderado por Wilders aún estaría lejos de hacerse realidad. Con el primer ministro holandés Mark Rutte manteniéndose firme, lo más probable es que se le niegue el poder finalmente a Wilders.

En Francia, mientras tanto, Marine Le Pen, líder del Frente Nacional de extrema derecha gana ventaja en las encuestas para las elecciones presidenciales, que se decidirán en dos vueltas en abril y mayo. Le Pen ha prometido celebrar un referéndum sobre la adhesión de Francia a la eurozona, a pesar de las advertencias del Banco de Francia de que abandonar la unión monetaria podría incrementar la deuda nacional francesa 30.000 millones de euros (31 800 millones de dólares) anualmente. Ella también ha expresado su deseo de desmantelar componentes tan esenciales de la integración europea como la libre circulación de los ciudadanos europeos.

En el referéndum del Bréxit celebrado en el Reino Unido y en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, los votantes de grandes áreas metropolitanas abrumadoramente apoyaron “Remain” (Permanecer) y Hillary Clinton, respectivamente. Probablemente veamos un patrón similar en las elecciones francesas. Pero mientras que los votantes mayores han alimentado el emergente nacionalismo británico y americano, Le Pen debe mucho de su apoyo a legiones de votantes más jóvenes —una señal preocupante de la medida en la que segmentos clave del electorado francés se sienten privados de sus derechos.

Una victoria de Le Pen, sin duda, desestabilizaría Europa política y económicamente. Con los peligrosos demonios nacionalistas del pasado de Europa desatados, la UE que conocemos podría desintegrarse fácilmente. Pero los que creen en la democracia liberal, el estado de derecho y la integración europea todavía están a tiempo de movilizarse alrededor de un candidato alternativo, que prevalecería probablemente en la segunda vuelta ante Le Pen y, es de esperar, traería las necesarias reformas y mantendría el papel activo de Francia en Europa.

Después, en las elecciones de Alemania de este mismo año, la formación de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) tiene pocas posibilidades de organizar una oferta creíble para la Cancillería, a pesar de las ayudas que pueda recibir de Rusia. No obstante, el siguiente canciller, ya sea el socialdemócrata Martin Schulz, del SPD, o Ángela Merkel tendrá que liderar una coalición global de los dispuestos a defender lo que queda del orden creado después de la guerra. Tal esfuerzo debe incluir a Canadá, Australia y a los aliados occidentales en Asia, pero debe empezar por poner en orden la casa de Europa.

“Nuevos movimientos centristas proeuropeos han surgido ya en toda Europa, como Nowoczesna (Moderno) en Polonia o Ciudadanos en España: no venden mentiras ni deben su éxito a robots de la propaganda rusa ni a troles de las redes sociales”

Los europeos celebramos hace poco el 25 aniversario del Tratado de Maastricht, que marcó un momento seminal en la historia de la integración europea. Como hemos aprendido en los años transcurridos, la capacidad de la UE es insuficiente para afrontar todos los retos que ahora se sitúan frente a Europa. Alemania debe ayudar a corregir esta situación, ofreciendo una visión de una Europa más segura y ambiciosa, que pueda superar divisiones internas, velar por su propia seguridad y gestinar de manera sostenible la migración.

Si surgen nuevos movimientos que contrarresten las fuerzas del nacionalismo y el populismo, esto no sería un escenario inverosímil. Y mientras el exlíder del Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP) Nigel Farage, Le Pen, Wilders y sus compañeros sigan posando como valerosos oprimidos antiestablishment, esta presunción se está agotando, debido a su propio éxito –y, en caso del UKIP, a escándalos financieros.

Si los líderes nacionalistas de extrema derecha llegan al poder en alguno de los países occidentales más grandes, pronto se darán cuenta de que es más fácil hacer promesas populistas que cumplirlas, como ahora está descubriendo Trump en el alarmante comienzo caótico de su administración. Trump, los Brexiteers y sus homólogos en otros lugares todavía tienen que demostrar que pueden asegurar una prosperidad económica ampliamente compartida, y defender sistemas de gobernanza global actuando ellos mismos de modo competente y profesional en el escenario mundial.

Debería ser obvio que, en un mundo globalizado donde los Estados-nación individuales son cada vez más impotentes, ningún brebaje embriagador del nacionalismo populista puede proporcionar el cambio que están demandando las personas. Afortunadamente, la democracia liberal todavía ofrece una alternativa progresista y una victoria de Merkel o Schulz en Alemania, después de la derrota de Le Pen en Francia, podría anunciar la aparición de una contraofensiva global.

Mientras tanto, nuevos movimientos centristas proeuropeos han surgido ya en toda Europa, como Nowoczesna (Moderno) en Polonia o Ciudadanos en España. Estos partidos no venden mentiras y no deben su éxito a los robots de la propaganda patrocinada por Rusia ni a los troles de las redes sociales.

Ahora que algunos populistas han llegado al poder, los liberales tienen una responsabilidad de exigirles que rindan cuentas y ofrecer una visión alternativa. Menospreciar a las personas que votaron por el Brexit, por Trump y sus equivalentes europeos no es una estrategia sólida. Los nuevos demagogos globales deben ser juzgados por sus obras y vencidos con la verdad, la razón y el respeto por la democracia.